Zuccardi Valle de Uco, en el Top 100 de Wine & Spirits
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Leer másEspumante, espumoso, cava, champagne, sparkling. Esos son algunos de los nombres con los que se conoce a este particular vino descubierto por el Monje Perignón.
El más famoso del mundo, por supuesto, es el Champagne. Elaborado con cepas y reglamentaciones estrictamente determinadas (D.O.C.) y en la región homónima situada a 150 kilómetros al noroeste de Paris, los vinos espumantes que llevan esta denominación son vinificados a partir de tres cepas: Chardonnay (que le aporta elegancia y notas frutales), Pinot Noir (que le otorga cuerpo y estructura) y Pinot Meunier (poco conocida en estos lares, que le da redondez). Las mismas son cultivadas dentro de la zona delimitada de origen y sus vinos son elaborados con el método tradicional, también llamado champenoise, o de segunda fermentación en botella.
Convencidos que el Champagne es el vino espumante por excelencia, no debemos olvidar a aquellos que se elaboran al mismo estilo en muchas partes del mundo y según su país de origen adoptan un nombre particular. En España se los llama Cava, en Alemania Sekt, en Italia Spumante, en Estados Unidos Sparkling y en Argentina Espumoso o Espumante.
Teniendo en cuenta la cepa que se utilice y de la manera en que ésta sea su vinificada, a los espumantes los debemos clasificar como Blanc de Blancs, que son aquellos que se elaboran a partir de uvas blancas (por ejemplo, 100% Chardonnay); Blanc de Noir, que son esos casi blancos que se elaboran a partir de uvas tintas (por ejemplo, un 100% Pinot Noir elaborado en blanco); y Rosé, que son los rosados elaborados a partir de cepas tintas o también donde pueden intervenir cepas blancas en un perfecto acuerdo.
Los vinos espumantes o espumosos (así no me reta Alejandro Maglione) no suelen llevar el año de cosecha en su etiqueta, salvo que se trate de un corte de vinos de una misma añada muy particular, considerada como cosecha excepcional (Cuvée Reserve), y deberán servirse a una temperatura de entre 7 y 9 °C, que es como mejor se aprecia este vino. Nunca hay que enfriarlo en un freezer.
¿Cómo degustarlo?
Para la mejor degustación, además de tener en cuenta la temperatura de servicio, se debe utilizar una copa tipo flauta y descartar la de boca ancha, que sólo logra hacer escapar las burbujas. Hacerlo sobre fondo blanco para poder apreciar, como en todo vino, la limpidez y brillantez así como las burbujas; con respecto a éstas, lo que hay que evaluar es el tamaño: las burbujas bien pequeñas indican una muy buena elaboración; la velocidad con que suben a la superficie; la uniformidad con que se desarrollan y finalmente la persistencia, es decir, cuánto duran las burbujas en la copa. Cuanto más duran, mejor es el vino espumante.
En cuanto al olfato, hay que realizarlo con la copa quieta, ya que la emanación de gas carbónico también permite que se volatilicen los aromas. No se debe girar la copa para evitar la pérdida excesiva de gas carbónico, ya que el mismo está dentro de la burbuja.
Ya en boca, además de evaluar sus atributos aromáticos, la acidez, el cuerpo y la persistencia como con otro tipo de vinos, en los espumantes es importante analizar la manera en que las burbujas se presentan en nuestra boca. Se debe provocar un “burbujeo” delicado pero perceptible y no tipo bebida gaseosa.
Los mejores acuerdos
Por tratarse de un vino bastante versátil y de sencillo acuerdo, debido en parte a su composición, se puede utilizar en distintos momentos de una comida, tanto como aperitivo como acompañar un plato principal o un postre.
Los blancos van muy bien con aperitivos, entradas frías y pescados. Los rosados son ideales para los platos principales. Los dulces con postres y quesos maduros. Y todos, con cualquier festejo. ¡Buenos brindis!
Por Augusto Saracco
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