La búsqueda:
El dato era uno de esos que suelen sonar precisos. Por algún lugar de Salta, cerca de Cafayate, se la puede encontrar; dijo un experto baqueano.
Caminos de cardones, parajes desérticos, cuestas y subidas, cerros multicolores, infinitas charlas, un poco de “coqueo” y el folclore que persigue.
No se huele aún… pero se siente en el camino.
El hallazgo:
El paisaje se muestra inmenso, las vides brotan.
Una familia histórica, de grandes viñateros, que invita.
Descorche de Torrontés, salvaje y preciso como el terruño y la compañía.
Manos añosas, ingredientes posibles de esta tierra. Un horno inmenso, de barro, de esos a los que el sol y el fuego de la leña le dan la temperatura ideal.
El relleno se puede adivinar, pero hay un halo de secreto. Repulgue experto. El Torrontés vuelve a nuestras copas y a nuestras almas. El sol y el paisaje emocionan.
Una emoción mayor que solo va a durar dos minutos mágicos, de verlas en fila de decenas, crepitar su masa. El tostado no puede ser mejor.
El primer bocado quema con ese placer de la ansiedad.
Es tierna, morena, jugosa y se viste de un rojo picante… tan efímera se muestra, que nunca alcanza.
Las copas se apuran, la charla se anima, ella se termina pero es exquisita. Deja su sabor, su perfume, de un recuerdo eterno que la transformará en única.
Augusto Saracco