Tim Atkin vuelve a la Argentina de la mano de Wines of Argentina
En su tradicional visita a nuestro país recorrerá más de 40 bodegas de Mendoza y degustará más de 1.800 vinos de todas las regiones productoras.
Leer másEn los últimos tres años, pero particularmente el más reciente tramo de ese tiempo pandémico, una uva volvió a figurar en las etiquetas de algunos vinos blancos. Se llama Chenin y, sea en varietales o en blends, comienza a ocupar un espacio propio.
No es una uva nueva. Todo lo contrario. En la Argentina está presente desde el siglo XIX y dio origen a algunos vinos icónicos antes de caer en un piadoso olvido estilístico del que hoy parece despertar.
Chenin Blanc
En nuestro país se le dice Chenin –fonéticamente así, Chenín– blanc pero su nombre con reminiscencias boudelerianas se pronuncia en realidad Shenán blanc, convirtiendo la “a” de blanc en una casi “o”. Es que, como no podía ser de otra manera, se trata de una variedad típica del norte-centro de Francia, fundamentalmente del Valle del Loire. De ahí que muchos productores la nombren también como Pinot de la Loire.
Pero pongámonos en situación de lugar. El Loire es un río con muchos afluentes que nace en el Macizo Central y corre de Este a Oeste a lo largo del paralelo 47°N casi siempre. Claramente ocupa una porción fría de Francia y sus vinos son famosos precisamente por eso: por la elevada acidez, tanto en tintos como en blancos.
Medieval
Entre las variedades que dan vinos de elevada acidez el Chenin blanc destaca por lejos, con una rara condición: también puede madurar relativamente bien si no se lo deja cargar mucha fruta. Ahí, la combinación de suelos calcáreos y la habilidad de los viticultores consiguen sacarle al Chenin blanc desde blancos espumosos –como el refrescante Crémant de la Loire– a blancos secos –los más famosos son los que provienen de Vouvray AOC– y hasta tardíos y vinos botrytizados, que son los que atraviesan el proceso de podredumbre noble por acción de un hongo que transforma las uvas.
Famosos ya desde el medioevo, adonde quiera que llegó la inmigración francesa llegó el Chenin: en Sudáfrica los hugonotes lo plantaron el siglo XVII, donde llegaría a convertirse en un blanco insignia, mientras que en Australia reconoce dos vertientes en el siglo XIX.
La Argentina no se quedó atrás: de hecho, San Rafael, donde a comienzos del siglo XIX se estableció una colonia francesa, fue el epicentro de esta variedad. Y desde ahí se expandió al resto de la provincia y del país.
La nueva vieja guardia
Si bien había blancos en el mercado elaborados con esta variedad (desde el histórico Montchenot a Alfredo Roca Finca Chenin –del que recuerdo haber probado añada 2011– o el clásico Santa Julia Dulce Natural Chenin, elaborado hace más de una década), en los últimos años hubo un redescubrir de este blanco.
Pasada la revolución en los tintos, en plena ebullición de los blancos, el brillo propio del Chenin no tardaría en aparecer.
El reverdecer de la variedad arrancó tímido, con vinos como Roberto de la Mota Primera Revancha Chenin 2017, de estilo más vibrante que los otros, al que le siguieron el flamante Losance Chenin 2019, frutado y algo etéreo, también de Agrelo, Luján de Cuyo, y el deslumbrante Propósitos 2016 de la dupla formada por Andrea Mufatto y Gerardo Michelini, elaborado con uvas de Tupungato. Este año se sumó al selecto grupo el flamante Matías Riccitelli Old Vines 2019 de Río Negro.
Más arriba
Los cuatro suponen subir un escalón en la búsqueda de un Chenin de frío, porque ese es el límite para esta variedad. Como se trata de viñedos viejos, el grueso está plantado en zonas más o menos calientes, con la excepción de Tupungato, Valle de Uco, donde es dable encontrar unas pocas y viejas hectáreas.
Como componente de cortes, sin embargo, hoy tiene nuevo predicamento. Precisamente porque cosechado apenas verde, o en su punto ideal, puede aportar rica acidez. De modo que en algunos cortes de blancas es posible encontrarlo como el perfecto partenaire. ¿Cuáles? Vinilo Ruido Blanco 2018, al 50% con Chardonnay; Cara Sucia Blanco Legítimo 2019, donde acompaña a Palomino; Pedro Ximénez, Ugni Blanc, Moscatel Amarillo y Sauvignonese (una suerte de lado B de las uvas), así como Manos Negras White Blend 2019, donde aporta un humilde 5%.
Pero también tiene presencia en los recién lanzados Altos Las Hormigas Blanco 2020 y D.V. Catena Blanco Histórico 2019, donde hace dupla con Semillón en esta etiqueta en la que asciende en proporción.
Cualquiera sea el caso, está claro que la curiosidad de los enólogos vuelve a poner fichas en el Chenin. Entretanto, algunos osados buscan plantarlo en las alturas límite, a la espera de conseguir el blanco que reinvente al varietal.
Fuente:Vinómanos
Créditos: Joaquín Hidalgo – Periodista
En su tradicional visita a nuestro país recorrerá más de 40 bodegas de Mendoza y degustará más de 1.800 vinos de todas las regiones productoras.
Leer másEl Chardonnay es una de las cepas blancas más plantada del mundo. La variedad es muy adaptable a diferentes climas y puede crecer en regiones cálidas y soleadas.
Leer más