Supo ser uno de los blancos más consumidos del país y aún conserva ese podio, particularmente con los vinos que llegan del NOA: mientras que los blancos sin denominación caen, el Torrontés cobra impulso, según fuentes del mercado. Es que el romance entre consumidores y esta uva en el país es de larga data y para rendir tributo a ese romance, se celebra cada año la Semana del Torrontés.
El comienzo del amor
Los estudios de ADN confirmaron que el Torrontés es una uva nativa de Argentina, nacida del cruce entre Moscatel de Alejandría y Listán Prieto, llegadas al territorio nacional en tiempos de la colonia. Según historiadores como Pablo Lacoste, ese cruce tuvo lugar en Mendoza hacia el siglo XVIII y fueron los jesuitas los encargados de multiplicarlo. Las razones de los monjes para reproducirlo parecen claras: el Torrontés es productivo y, en condiciones de calor y sequedad, puede dar hasta 45 toneladas por hectárea.
Pero, además, está su perfume bien característico. Mezcla de limas y de azahar cuando está en su punto justo; rosas y cítricos maduros cuando está un poco pasado; y hierbas como albahaca y lima cuando está un poco verde, las cuales hacen de este blanco un muy versátil vino. Con todo, el amor local se inició con los Torrontés maduros del norte.
Arenas calchaquíes
Etchart Privado es un vino que formó paladares en Argentina. No es el único Torrontés de Cafayate con alcurnia, pero sí uno de los que más larga tradición tiene en el mercado desde la década de 1940. Oriundo del Valle Calchaquí, el perfil maduro y “amoscatelado” que le hizo fama es el resultado de la región, con una pizca amarga que lo hacía un blanco viril, en palabras del ya fallecido crítico de vinos Miguel Brascó.
En una zona soleada, a 1700 metros de altura y con suelos arenosos que aceleran la madurez, el Torrontés Cafayateño alcanza con facilidad el perfil de rosas y cítricos maduros, donde la boca pierde profundidad. Así son todos los clásicos de la región, desde el propio Cafayate 2019 a Domingo Hermanos 2019, desde Laborum 2019, a Nanni Torrontés.
Sin embargo, en el valle hay una corriente revisionista de este estilo. Impulsada por los productores de mayor altura, como Colomé 2020, y con otro manejo, como el que hacen con El Esteco Old Vines 2019, donde el trazo de albahaca es adorable, un perfil más cítrico y herbal despunta en la región, aboliendo el perfil amargo. Así son también Terrazas de los Andes 2019, Abras 2019, Adentro 2019 y Laborum, de Parcela 2019.
De Mendoza al sur
Mientras que el NOA concentra 3200 hectáreas –incluimos La Rioja ahí, que ostenta 2100– Mendoza escala 3500 hectáreas, la mayoría cultivadas en el desierto norte de la provincia. Pero en el Valle de Uco hay buenos y viejos viñedos de Torrontés, principalmente en Tupungato y San Carlos.
En esas zonas más frías, el Torrontés sobre suelos arenosos y no tanto tiene una larga madurez que asegura distintos perfiles. Desde los cítricos y herbales como Susana Balbo Barrel Fermented 2019, hasta Chakana Estate Selection 2019, que además ofrece uno criado sobre pieles que gana mucha boca. De hecho, es en la acidez y el paladar medio donde más destacan los Torrontés locales.
En la Patagonia, sin embargo, está cultivado fundamentalmente en Río Negro. Variedad de ciclo largo, en la región no alcanza a desarrollar el perfil de rosas. Se queda en el cítrico y herbal, con un trazo de muscat agradable. En la región hay dos vinos que son hits por versiones muy diferentes. Riccitelli Old Vines 2019 ofrece un estilo de blanco tranquilo, pariente de blancos aromáticos de Alsacia en su estilo. El otro es Deseado, de familia Schroeder, un espumoso elaborado por el método Asti, donde la burbuja proviene del azúcar de la uva y que, por ello, conserva una aromática y un dulzor que enamoran.
Nada más hay que elegir el que más nos guste.
Fuente:Vinómanos
Créditos de la nota: Joaquín Hidalgo