Nuevo mercado gastronómico en Quilmes
Con el espíritu que caracteriza a los expertos, Quilmes propone una experiencia gastronómica en el corazón de un centro comercial de servicios a cielo abierto.
Leer másSortear obstáculos como eternas colas, reservas fallidas y horarios estrambóticos puede llevarnos a un ayuno involuntario. Qué sucede cuando salimos a último momento en busca del locro y las empanadas.
Día del trabajador. Feriado para casi todos, a excepción del rubro gastronómico. En casa nadie quiere trabajar ese día, y menos en la cocina. Como parte de una cultura y forma de vida que nos caracteriza, con la comida no se juega. Podremos prescindir de muchas cosas, pero que no nos falten el locro y las empanadas. En un día peculiar como éste las calles aparecen desiertas, las persianas cerradas. Todo el paisaje es gris, a excepción de pequeños hormigueros de personas, pequeños tumultos que señalan dónde está la comida (y es por eso que se me representó la imagen de hormigas, que cuando encuentran algo para comer inmediatamente producen montículos vivientes para apropiarse de esto).
El tema de la comida comienza, para pocos previsores, el día anterior, cuando algunos afortunados memoriosos o sobrevivientes de feriados de años anteriores tienen un momento de lucidez y encargan el menú de locro y empanadas en la rotisería amiga. ¿En qué horario lo quiere señor? Y uno elige confiado, pensando por un instante que el envío se cumplirá tal cual lo pactado. Pero muchas veces no es así.
Pasados 45 minutos del horario en que tendría que haber llegado el pedido intentamos reclamar por teléfono. Por supuesto, no atienden. Así que vamos hasta la fuente misma, pero encontramos un verdadero muro humano. Carne sobre carne, codo contra codo, todos luchan por llegar al mostrador o por apropiarse de un turno. Queremos traspasar estos escollos y explicar nuestra situación. Ante miradas fulminantes y comentarios acerca de nuestro intento de colarnos, llegamos por fin con algunos golpes y rasguños a uno de los empleados. Nos explican, muy amablemente, que justo ese día hay 3 de los muchachos de envíos que no vienen, porque están enfermos. Así que hay una demora. Demora que, obviamente, nunca nos avisaron.
Tenemos una solución: le ofrecemos que nos dé el locro y las empanadas, que los llevamos nosotros. Y sí, es posible, pero se viene el segundo problema: tenemos que sacar número y esperar nuestro turno. ¿Cómo dijo? Efectivamente podemos calcular que a nuestra hora de demora se le puede sumar, con viento a favor, otra más de espera. Resignados sacaremos el turno.
El que no ha sido precavido (y en esta categoría estamos la mayoría) todo este tema será tolerado con total entrega. Nos reprochamos una y otra vez no haber previsto (otro año más) esta situación. Y tendremos que peregrinar por toda la ciudad con una olla abajo del brazo en busca del preciado locro o alguna empanada que haya quedado . Promediando las 3 de la tarde nos conformaremos con empanadas, milanesas o tortilla de zapallitos con tal de no sucumbir al hambre.
A no decaer, que aún quedan muchos feriados en el año para intentar terminar con la odisea gastronómica, y para animarnos de una buena vez a cocinar el locro con la receta especial de una tía o unas buenas empanadas fritas en grasa al capricho del chef.
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