Ningún factor está más fuertemente asociado con la serendipia que la “mente preparada”, es decir, estar abiertos a la oportunidad cuando se presenta. 

Cuentan que Gutenberg andaba bastante perdido en su deseo de inventar la imprenta. Por muchas vueltas que le daba al asunto, no encontraba la forma de hacer libros sin que las manos de los monjes escribas sacaran chispas. Tenía un objetivo y una motivación increíbles, pero la solución no aparecía. 

Hasta que un día salió a dar un paseo y se encontró con lo que sería su máxima inspiración: una prensa para hacer vino. Al observar cómo la prensa hacía su trabajo para moler las uvas, conectó rápidamente una idea con otra y así logró avanzar en el desarrollo de su genial invento. 

Creó tipos móviles metálicos (de plomo), muy resistentes y los diseñó como la escritura a mano de la época (estilo gótico). Modificó la consistencia de la tinta, para que fuera más densa y se pegara bien a los tipos, que se colocaban uno tras otro, sobre una vara de madera. Las palabras quedaban separadas por un tipo sin relieve que no imprimía nada. Después, se untaba tinta en los caracteres y se ponía un pergamino sobre ellos, la impresión se obtenía de la presión contra la hoja mediante la prensa. 

Había nacido una revolución cultural que incrementó la difusión del conocimiento, e impactó en todos los ámbitos de la sociedad. Antes de la imprenta sólo una pequeña elite tenía acceso a los libros. La imprenta, al abaratar los costos y aumentar su producción, democratizó el acceso al conocimiento, contribuyó a la alfabetización y permitió el desarrollo del pensamiento crítico. 

Fuente: National Geographic