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Esta semana se realizó la presentación del evento en el Campo Histórico de El Plumerillo
Leer másPor Joaquín Hidalgo
Hay una góndola poco mentada en materia de vinos. Poco, porque el azúcar es mala palabra enológica y más aún en materia de salud. Sin embargo, a la hora de beber una copa apacible, en un lugar apacible y con deseo apacible, es lo que hace ganar por varios cuerpos a cualquier botella. Hablamos de los vinos dulces de verano, indulgentes y que ofrecen, de paso, el perfume fresco de las flores y las frutas, además de un paladar goloso.
Mala palabra, decíamos, porque el azúcar es un gusto primario, algo infante. Para no entendidos. Pero también uno de esos grandes placeres capaces de apaciguar cualquier ansiedad, de darle sentido a unas horas muertas y de ofrecer un mimo justo cuando más se lo necesita, quizás por su espíritu cercano a la niñez.
¿Cuáles son los vinos dulces de verano?
Los vinos dulces de verano, en su triple faceta de dulces naturales, dulces a secas y tardíos, son bombones líquidos, perfectos para esos momentos en que más vale no pensar en nada, sino dejarse llevar por la facilidad de las cosas: el río que fluye, las olas de la pileta y el reflejo del sol , la brisa y el ruido de las hojas viajando en el viento.
Así es que en plan darse un gusto goloso, dejarse llevar u olvidar una ansiedad pasajera, una buena copa de vino dulce es perfecta. ¿Pero cuál?
A continuación, nuestros 14 recomendados, según dulzor y tipo, considerando que el paladar goloso primero piensa en tortas de chocolate, panqueques de dulce de leche y tal. Pero la verdad es que el mejor maridaje para vinos dulces de rica acidez son platos salados, con quesos en particular, y más especialmente aquellos con hongos, como el azul. También con frutos secos salados funcionan de maravilla.
Dulzor moderado
Los británicos los llaman off dry, es decir, “no secos”, en un punto de moderación respecto de los dulces. Son, a nuestro juicio, la más valiosa de las categorías dulces, porque supone un paladar de transición. Lo malo es que ningún vino dice off dry en la etiqueta.
Así es que aquí el dato vale más que en ningún otro lado: la mayoría de los rosados del mercado pican en este grupo. Hablamos de vinos como Callejón del Crimen Rosé 2020 o Escorihuela Gascón Rosé 2019, dos rosados frutados y cordiales.
En materia de burbujas, los Brut entrarían en esta categoría. Ricos casos como Bousquet Brut Rosé o los más exclusivos Las Perdices Nuit y H Schroeder Brut Rosé. En blancos, un hit de la góndola off dry es Eugenio Bustos Chardonnay 2020, a un precio imbatible, dicho sea de paso.
Dulzor justo a elevado
Vinos dulces que no lo parecen tanto. Esa sería la definición. Y si no lo parecen tanto es porque están bien balanceados y ese es todo un asunto. Los más logrados de esta góndola son los que se ofrecen bajo la categoría Dulce Natural que, traducido al criollo, significa que todo el dulzor que ofrecen ya estaba en la uva, que no se tocó ni agregó nada al respecto.
Santa Julia Chenin Dulce Natural es un ganador nato de la góndola, que además ahora podés tener en latas frías en la heladera. Una gran compañía son dos botellas de burbujas y de estilos diferentes: por un lado, Deseado, a base de Torrontés patagónico, que conserva el dulzor y el espíritu de la uva; por otro, el aromático Las Perdices Sweet, elaborado con Moscatel de Alejandría de Medrano, Mendoza, cuya nueva etiqueta se estrenó en noviembre pasado.
Por si te lo estás preguntando, la diferencia entre dulce natural y dulce a secas es que, en este segundo caso, el vino se pudo endulzar con mosto de otras uvas. Suelen ser bien dulces, de moderada frescura. Dadá, Dilema y Norton Cosecha Tardía en blancos son buenos ejemplos. Con el plus de ser los más accesibles.
Tardíos, otro mundo
Los vinos tardíos o late harvest son otra categoría en el mundo de las golosinas bebibles. Como se los elabora con uvas que fueron cosechadas más allá de su madurez ideal, con un mes o más de demora colgadas en la planta, se deshidrataron y concentraron el azúcar y los ácidos, pero también cambió la paleta aromática.
Son, por así decirlos, vinos que recuerdan a cítricos maduros, damascos secos y mermeladas. Exclusivos, se venden en botellas de 375 cm3.
En ese universo hay un puñado de vinos logrados, principalmente blancos. A la cabeza de la categoría está Terrazas de los Andes Finca El Yaima Petit Manseng 2015, una joyita ámbar y de profundo sabor y balance, seguido de Susana Balbo Signature Torrontés Late Harvest 2017.
Otro punto fuerte en esta góndola es Rutini Vin Doux Naturel 2013, corte de 50% Verdicchio, 30% Sauvignon Blanc, 15% Semillón y 5% Gewürztraminer, cuyos racimos fueron atacados por un hongo en particular –botrytis cinerea– por lo que tiene sabores concentrados de damasco y un perfil aromático bien exótico.
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